domingo, 8 de diciembre de 2013

ACTIVIDADES 2° A Y B DE SECUNDARIA

1.- USA EL DICCIONARIO VIRTUAL PARA RESOLVER LAS ACTIVIDADES DE APTITUD VERBAL

http://www.elmundo.es/diccionarios/

2. Después de terminar los ejercicios de la hoja de trabajo, ingresa a la siguiente página y copia diez ejercicios con sus respectivas respuestas usando otro color de lapicero para completar las oraciones.

martes, 8 de octubre de 2013

SANTIAGO EL VOLADOR

Difícilmente se encontrará limeño que, en su infancia por lo menos, no haya concurrido a funciones de títeres. Fue una española, doña Leonor de Goromar, la primera que en 1693 solicitó y obtuvo licencia del virrey conde de la Monclova para establecer un espectáculo que ha sido y será la delicia infantil, y que ha inmortalizado los nombres de ño Panchón, ño Manuelito y ño Valdivieso, el más eximio titiritero de nuestros días.
Futre los muñecos de títeres, los que de más popularidad disfrutan son ño Silverio, ña Gerundia González, Chocolatito, Mochuelo, Piticalzón, Perote y Santiago Volador. Los primeros son tipos caprichosos; pero lo que es el último fue individuo tan de carne y hueso como los que hoy comemos pan. Y no fue tampoco un quídam, sino un hombre de ingenio, y la prueba está en que escribió un originalísimo libro que inédito se encuentra en la Biblioteca Nacional y del que poseo una copia.
Este manuscrito, en el que la tinta con el transcurso de los años ha tomado color entre blanco y rubio, debió haber pasado por muchas aduanas y corrido recios temporales antes de llegar a ser numerado en la sección de manuscritos; pues no sólo carece de sus últimas páginas, sino lo que es verdaderamente de sentir, que algún travieso le arrancó varias de las láminas dibujadas a la pluma, y que según colijo por la lectura del texto, debieron ser quince.
Titúlase la obra Nuevo sistema de navegación por los aires, por Santiago de Cárdenas, natural de Lima en el Perú5.
Por el estilo se ve que en materia de letras era el autor hombre muy a la pata la llana, circunstancia que él confiesa con ingenuidad. Hijo de padres pobrísimos, aprendió a leer no muy de corrido, y a escribir signos, que así son letras como garabatos para apurar la paciencia de un paleógrafo.
En 1736 contaba Santiago de Cárdenas diez años de edad, y embarcose en calidad de grumete o pilotín en un navío mercante que hacía la carrera ente el Callao y Valparaíso.
El vuelo de una ave, que él llama tijereta, despertó en Santiago la idea de que el hombre podía también enseñorearse del espacio, ayudado por un aparato que reuniese las condiciones que en su libro designa. Precisamente muchas de las más admirables invenciones y descubrimientos humanos débense a causas triviales, si no a la casualidad. La oscilación de una lámpara trajo a Galileo la idea del péndulo; la caída de una manzana sugirió a Newton su teoría de la atracción; la vibración de la voz en el fondo de un sombrero de copa, inspiró a Edison el fonógrafo; sin los estremecimientos de una rana moribunda, Galvani no habría apreciado el poder de la electricidad, inventando el telégrafo; y por fin, sin una hoja de papel arrojada casualmente en la chimenea y ascendente aquella por el humo y el calórico, no habría Montgolfier inventado en 1783 el globo aerostático. ¿Por qué, pues, Santiago en el vuelo del pájaro tijereta no había de encontrar la causa primaria de una maravilla que inmortalizase su nombre?
Diez años pasó navegando, y su preocupación constante era estudiar el vuelo de las aves. Al fin, y por consecuencia del cataclismo de 1746, en que se fue a pique la nave en que él servía, tuvo que establecerse en Lima, donde se ocupó en oficios mecánicos, en lo que según él mismo cuenta era muy hábil; pues llegó a hacer de una pieza guantes, bonetes de clérigo y escarpines de vicuña, con la circunstancia de que el paño más fino no alcanza a la delicadeza de mis obras, que en varias artes entro y salgo con la misma destreza que si las hubiera aprendido por reglas; pero desgraciadamente las medras las he gastado sin medrar.
Siempre que Santiago lograba ver juntos algunos reales, desaparecía de Lima e iba a vivir en los cerros de Amancaes, San Jerónimo o San Cristóbal, que están a pocas millas de la ciudad. Allí se ocupaba en contemplar el vuelo de los pájaros, cazarlos y estudiar su organismo. Sobre este particular hay en su libro muy curiosas observaciones.
Después de doce años de andar subiendo y bajando cerros y de perseguir a los cóndores y a todo bicho volátil, sin exclusión ni de las moscas, creyó Santiago haber alcanzado al término de sus fatigas, y gritó ¡Eureka!
En noviembre de 1761 presentó un memorial al excelentísimo señor virrey don Manuel de Amat y Juniet, en el que decía que por medio de un aparato o máquina que había inventado, pero para cuya construcción le faltaban recursos pecuniarios, era el volar cosa más fácil que sorberse un huevo fresco y de menos peligro que el persignarse. Otrosí, impetraba del virrey una audiencia para explayarle su teoría.
Probable es que su excelencia se prestara a oírlo, y que se quedara después de las explicaciones tan a obscuras como antes. Lo que sí aparece del libro, es que Amat puso la solicitud en conocimiento de la Real Audiencia, según lo comprueba este decreto:
Lima y noviembre 6 de 1761.- Remítase al doctor don Cosme Bueno, catedrático de Prima de Matemáticas, para que oyendo al suplicante le suministre el auxilio correspondiente.- Tres firmas y una rúbrica.
Mientras don Cosme Bueno, el hombre de más ciencia que por entonces poseía el Perú, formulaba su informe, era este asunto el tema obligado de las tertulias, y en la mañana del 22 de noviembre un ocioso o mal intencionado esparció la voz de que a las cuatro de la tarde iba Cárdenas a volar, por vía de ensayo, desde el cerro de San Cristóbal a la plaza Mayor.
Oigamos al mismo Santiago relatar las consecuencias del embuste: «En el genio del país, tan novelero y ciego de ver cosas prodigiosas, no quedó noble ni plebeyo que no se aproximase al cerro u ocupase los balcones, azoteas de las casas y torres de las iglesias. Cuando se desengañaron de que no había ofrecido a nadie volar, en semejante oportunidad desencadenó Dios su ira y el pueblo me rodeó en el atrio de la catedral diciéndome: "o vuelas o te matamos a pedradas". Advertido de lo que ocurría, el señor virrey mandó una escolta de tropa que me defendiese, y rodeado de ella fui conducido a palacio, libertándome así de los agravios de la muchedumbre».
Desde este día nuestro hombre se hizo de moda. Todos olvidaron que se llamaba Santiago de Cárdenas para decirle Santiago Volador, apodo que el infeliz soportaba resignado, pues de incomodarse habría habido compromiso para sus costillas.
Hasta el Santo Oficio de la Inquisición tuvo que tomar cartas en protección de Santiago, prohibiendo por un edicto que se cantase la Pava, cancioncilla indecente de la plebe, en la cual Cárdenas servía de pretexto para herir la honra del prójimo.
Excuso copiar las cuatro estrofas de la Pava que hasta mí han llegado, porque contienen palabras y conceptos extremadamente obscenos. Para muestra basta un botón.

«Cuando voló una marquesa
un fraile también voló,
pues recibieron lecciones
de Santiago Volador.
¡Miren qué pava para el marqués!
¡Miren qué pava para los tres!».

Al fin, don Cosme Bueno expidió su informe con el título Disertación sobre el arte de volar. Dividiolo en dos partes. En la primera apoya la posibilidad de volar; pero en la segunda destruye ésta con serios argumentos. La disertación del doctor Bueno corre impresa, y honra la erudición y talento del informante.
Sin embargo de serle desfavorable el informe, Santiago de Cárdenas no se dio por vencido: «Dejé pasar un año -dice- y presenté mi segundo memorial. Las novedades de la guerra con el inglés y las nuevas que de Buenos Aires llegaban me parecieron oportunidad para ver realizado mi proyecto».
Algunos comerciantes, acaso por burlarse del volador, le ofrecieron la suma necesaria para que construyese el aparato, siempre que el gobierno lo autorizase para volar. Santiago se comprometía a servir de correo entre Lima y Buenos Aires, y aun si era preciso iría hasta Madrid, viaje que él calculaba hacer en tres jornadas, en este orden: «un día para volar, de Lima a Portobelo, otro día de Portobelo a la Habana, y el tercero de la Habana a Madrid». Añade: «todavía es mucho tiempo, pues si alcanzo a volar como el cóndor (ochenta leguas por hora) me bastará menos de un día para ir a Europa».
«Este memorial -dice Cárdenas- no causó en Lima la admiración y alboroto del primero, y confieso que, con la sagacidad de que me dotó el cielo, había ya conseguido partidarios para mi proyecto». Aquí es del caso decir con el refrán: un loco hace ciento.
En cuanto al virrey Amat, con fecha 6 de febrero de 1763 puso a la solicitud el siguiente decreto: No ha lugar.
Otro menos perseverante que Santiago habría abandonado el proyecto; pero mi paisano, que aspiraba a ser émulo de Colón en la constancia, se puso entonces a escribir un libro con el propósito de remitirlo al rey con un memorial, cuyo tenor copia en el proemio de su abultado manuscrito.
Parece también que el duque de San Carlos se había constituido protector del Ícaro limeño, y ofrecídole solemnemente hacer llegar el libro a manos del monarca; pero en 1766, cuando Cárdenas terminó de escribir, el duque se había ausentado del Perú.
Pocos meses después, el espíritu de Santiago Cárdenas emprendía el vuelo al mundo donde cuerdos y locos son medidos por un rasero.
El autor de un curioso manuscrito titulado Viaje al globo de la luna, libro que existe en la Biblioteca de Lima y que dobló escribirse por los años de 1790, dice, hablando de Santiago de Cárdenas: «Este buen hombre, que era en efecto de fina habilidad para trabajos mecánicos, estaba a punto de perder el seso con su teoría de volar, y hablaba desde luego aun mejor que lo hiciera. Él se había hecho retratar a la puerta de su tienda, en la calle pública, vestido de plumas y con alas extendidas en acción de volar, ilustrando su pintura con dísticos latinos y castellanos, alusivos a su ingenio y al arte de volar, que blasonaba poseer. Recuerdo esta inscripción: ingenio posem superas volitare per arces me nisi paupertas in vida deprimeret. Acechaba con el mayor estudio el vuelo de las aves, discurría sobre la gravedad y leyes de sus movimientos, en muchos casos con acertado criterio. Una tarde se alborotó el vulgo de la ciudad por el rumor vago que corrió de que el tal hombre se arrojaba volar por lo más encumbrado del cerro de San Cristóbal. Y sucedió que el tal Volador (que ignorante del rumor salía descuidado de su casa) hubo menester refugiarse en el sagrado de una iglesia para libertarse de una feroz tropa de muchachos que lo seguían con gran algazara. Cierto chusco mantuvo en expectación al pueblo diseminado por las faldas del monte y riberas del Rímac; porque trepando al cerro en una mula que cubría con su capa y extendidos sus vuelos con ambos brazos, daba a la curiosidad popular una adelantada idea de un volapié, como lo hacen los grandes pájaros para desprenderse del suelo. Así gritaba la chusma: «¡Ya vuela! ¡Ya vuela! ¡Ya vuela!».
También Mendiburu en su Diccionario Histórico consagra un artículo a don José Hurtado y Villafuerte, hacendado en Arequipa, quien por los años de 1510 domesticó un cóndor, el cual se remontó hasta la cumbre del más alto cerro de Uchumayo, llevando encima un muchacho, y descendió después con su jinete. Hurtado y Villafuerte, en una carta que publicó por entonces en la Minerva Peruana, periódico de Lima, cree en la posibilidad de viajar sirviendo de cabalgadura un cóndor, y calcula que siete horas bastarían para ir de Arequipa a Cádiz.
La obra de Cárdenas es incuestionablemente ingeniosa, y contiene observaciones que sorprenden, por ser fruto espontáneo de una inteligencia sin cultivo. Pocos términos científicos emplea; pero el hombre se hace entender.
Después de desarrollar largamente su teoría, se encarga de responder a treinta objeciones; y tiene el candor de tomar por lo serio y dar respuesta a muchas que le fueron hechas con reconocida intención de burla.
Yo no atinaré a dar una opinión sobre si la navegación aérea es paradoja que sólo tiene cabida en cerebros que están fuera de su caja, o si es hacedero que el hombre domine el espacio cruzado por las aves. Pero lo que sí creo con toda sinceridad, es que Santiago de Cárdenas no fue un charlatán embaucador, sino un hombre convencido y de grandísimo ingenio.
Si Santiago de Cárdenas fue un loco, preciso es convenir en que su locura ha sido contagiosa. Hoy mismo, más de un siglo después de su muerte, existe en Lima quien desde hace veinte años persigue la idea de entrar en competencia con las águilas. Don Pedro Ruiz es de aquellos seres que tienen la fe de que habló Cristo y que hace mover los montes.
Una observación: don Pedro Ruiz no ha podido conocer el manuscrito de que me he ocupado, y ¡particular coincidencia!, su punto de partida y las condiciones de su aparato son, en buen análisis, los mismos que imaginó el infeliz protegido del duque de San Carlos.
Concluyamos. Santiago de Cárdenas aspiró a inmortalizarse, realizando acaso el más portentoso de los descubrimientos, y ¡miseria humana!, su nombre vive sólo en los fastos titiritescos de Lima.
Hasta después de muerto lo persigue la rechifla popular.
El destino tiene ironías atroces.

EL OBISPO CHICHEÑO

Lima, como todos los pueblos de la tierra, ha tenido (y tiene) un gran surtido de tipos extravagantes, locos mansos y cándidos. A esta categoría pertenecieron, en los tiempos de la República, Bernardito, Basilio Yegua, Manongo Moñón, Bofetada del Diablo, Saldamando, Cogoy, el Príncipe, Adefesios en misa de una, Felipe la Cochina, y pongo punto por no hacer interminable la nomenclatura.
Por los años de 1780 comía pan en esta ciudad de los reyes un bendito de Dios, a quien pusieron en la pila bautismal el nombre de Ramón. Era éste un pobreto de solemnidad, mantenido por la caridad pública, y el hazmerreir de muchachos y gente ociosa. Hombre de pocas palabras, pues para complemento de desdicha era tartamudo, a todo contestaba con un sí, señor, que al pasar por su desdentada boca se convertía en chí cheñó.
El pueblo llegó a olvidar que nuestro hombre se llamaba Ramoncito, y todo Lima lo conocía por Chicheñó, apodo que se ha generalizado después aplicándolo a las personas de carácter benévolo y complaciente que no tienen hiel para proferir una negativa rotunda. Diariamente, y aun tratándose de ministros de Estado, oímos decir en la conversación familiar: «¿Quién? ¿Fulano? ¡Si ese hombre no tiene calzones! Es un Chicheñó».
En el año que hemos apuntado llegaron a Lima, con procedencia directa de Barcelona, dos acaudalados comerciantes catalanes, trayendo un valioso cargamento. Consistía éste en sederías de Manila, paño de San Fernando, alhajas, casullas de lama y brocado, mantos para imágenes y lujosos paramentos de iglesia. Arrendaron un vasto almacén en la calle de Bodegones, adornando una de las vidrieras con pectorales y cruces de brillantes, cálices de oro con incrustaciones de piedras preciosas, anillos, arracadas y otras prendas de rubí, ópalos, zafiros, perlas y esmeraldas. Aquella vidriera fue pecadero de las limeñas y tenaz conflicto para el bolsillo de padres, maridos y galanes.
Ocho días llevaba de abierto el elegante almacén, cuando tres andaluces que vivían en Lima más pelados que ratas de colegio, idearon la manera de apropiarse parte de las alhajas, y para ello ocurrieron al originalísimo expediente que voy a referir.
Después de proveerse de un traje completo de obispo, vistieron con él a Ramoncito, y dos de ellos se plantaron sotana, solideo y sombrero de clérigo.
Acostumbraban los miembros de la Audiencia ir a las diez de la mañana a Palacio en coche de cuatro mulas, según lo dispuesto en una real pragmática.
El conde de Pozos-Dulces D. Melchor Ortiz Rojano era a la sazón primer regente de la Audiencia, y tenía por cochero a un negro, devoto del aguardiente, quien después de dejar a su amo en palacio, fue seducido por los andaluces, que le regalaron media pelucona a fin de que pusiese el carruaje a disposición de ellos.
Acababan de sonar las diez, hora de almuerzo para nuestros antepasados, y las calles próximas a la plaza Mayor estaban casi solitarias, pues los comerciantes cerraban las tiendas a las nueve y media, y seguidos de sus dependientes iban a almorzar en familia. El comercio se reabría a las once.
Los catalanes de Bodegones se hacían llevar con un criado el desayuno a la trastienda del almacén, e iban ya a sentarse a la mesa cuando un lujoso carruaje se detuvo a la puerta. Un paje de aristocrática librea que iba a la zaga del coche abrió la portezuela y bajó el estribo, descendiendo dos clérigos y tras ellos un obispo.
Penetraron los tres en el almacén. Los comerciantes se deshicieron en cortesías, basaron el anillo pastoral y pusieron junto al mostrador silla para su ilustrísima. Uno de los familiares tomó la palabra y dijo:
-Su señoría el señor obispo de Huamanga, de quien soy humilde capellán y secretario, necesita algunas alhajitas para decencia de su persona y de su santa iglesia catedral, y sabiendo que todo lo que ustedes han traído de España es de última moda, ha querido darles la preferencia.
Los comerciantes hicieron, como es de práctica, la apología de sus artículos, garantizando bajo palabra de honor que ellos no daban gato por liebre, y añadiendo que el señor obispo no tendría que arrepentirse por la distinción con que los honraba.
-En primer lugar -continuó el secretario- necesitamos un cáliz de todo lujo para las fiestas solemnes. Su señoría no se para en precios, que no es ningún roñoso.
-¿No es así, ilustrísimo señor?
- Chí, cheñó- contestó el obispo.
Los catalanes sacaron a lucir cálices de primoroso trabajo artístico. Tras los cálices vinieron cruces y pectorales de brillantes, cadena de oro, anillos, alhajas para la Virgen de no sé qué advocación y regalos para las monjitas de Huamanga. La factura subió a quince mil duros mal contados.
Cada prenda que escogían los familiares la enseñaban a su superior, preguntándole:
-¿Le gusta a su señoría ilustrísima?
-Chí, cheñó- contestaba el obispo.
-Pues al coche.
Y el pajecito cargaba con la alhaja, a la vez que uno de los catalanes apuntaba el precio en un papel.
Llegado el momento del pago, dijo el secretario:
-Iremos por las talegas al palacio arzobispal, que es donde está alojado su señoría, y él nos esperará aquí. Cuestión de quince minutos. ¿No le parece a su señoría ilustrísima?
-Chí, cheñó- respondió el obispo.
Quedando en rehenes tan caracterizado personaje, los comerciantes no tuvieron ni asomo de desconfianza, amén que aquellos no eran estos tiempos de bancos y papel-manteca en que quince mil duros no hacen peso en el bolsillo.
Marchados los familiares, pensaron los comerciantes en el desayuno, y acaso por llenar fórmula de etiqueta dijo uno de ellos:
-¿Nos hará su señoría ilustrísima el honor de acompañarnos a almorzar?
-Chí, cheñó.
Los catalanes enviaron a las volandas al fámulo por algunos platos extraordinarios, y sacaron sus dos mejores botellas de vino para agasajar al príncipe de la Iglesia, que no sólo les dejaba fuerte ganancia en la compra de alhajas, sino que les aseguraba algunos centenares de indulgencias valederas en el otro mundo.
Sentáronse a almorzar, y no los dejó de parecer chocante que el obispo no echase su bendición al pan, ni rezase siquiera en latín, ni por más que ellos se esforzaron en hacerlo conversar, pudieron arrancarle otras palabras que chí, cheñó.
El obispo tragó como un Heliogábalo.
Y entretanto pasaron dos horas, y los familiares con las quince talegas no daban acuerdo de sus personas.
-Para una cuadra que distamos de aquí al palacio arzobispal, es ya mucha la tardanza -dijo, al fin, amoscado uno de los comerciantes. -¡Ni que hubieran ido a Roma por bulas! ¿Le parece a su señoría que vaya a buscar a sus familiares?
-Chí, cheñó.
Y calándose el sombrero, salió el catalán desempedrando la calle.
En el palacio arzobispal supo que allí no había huésped mitrado, y que el obispo de Huamanga estaba muy tranquilo en su diócesis cuidando de su rebaño.
El hombre echó a correr vociferando como un loco, alborotóse la calle de Bodegones, el almacén se llenó de curiosos para quienes Ramoncito era antiguo conocido, descubrióse el pastel, y por vía de anticipo mientras llegaban los alguaciles, la emprendieron los catalanes a mojicones con el obispo de pega.
De eno es añadir que Chicheñó fue a chirona; pero reconocido por tonto de capirote, la justicia lo puso pronto en la calle.
En cuanto a los ladrones, hasta hoy (y ya hace un siglo), que yo sepa, no se ha tenido de ellos noticia.

sábado, 6 de julio de 2013

LA LEYENDA

Creo una leyenda teniendo en cuenta sus características.
Por Andrea Mendoza
El origen del perro
Había una vez un niño que se llamaba Jorge y todos los días veía un animal los torturaba a los pobres animalitos.
Y un día Jorge fue a buscar más animalitos en el bosque pero no encontró ningún animal, y Jorge se perdió en el bosque y no sabía cómo regresar a su casa, busco la manera de salir del bosque pero lo único que encontró fue una casa de ladrillo y fue a pedirle a la persona que vivía allí. Pero él no sabía que en esa casa vivía una malvada bruja. Y se acerco y no había nadie, pero lo que encontró fue un canario en una jaula y lo saco y lo torturo la bruja regreso a su casa y lo vio al niño torturar a su canario así que sacó su varita y lo transformó en perro y fue su perro guardián.

¿Cómo  se originaron las lombrices?
Por Joel Flores
Hace mucho tiempo en un cerro  había una  planta que estaba descuidada y muy sucia  cubierta de cosas orgánicas, y con todos los desechos  se empezó  a transformar  en una lombriz de color marrón  y de diferentes colores. En vez  que se coma la planta comía los residuos  y ayudaba  a  la planta, así se   apareció la   lombriz.

¿Por qué las plumas de los guacamayos son tan coloridas?
Por Javier Aymara
Hace mucho tiempo en amazonas había un guacamayo que no podía volar porque era de color blanco sin plumas, por eso siempre le pedía al cóndor para que lo llevara a donde quería.
Un día el guacamayo estaba con muchos guacamayos , estaban comiendo y de pronto de las nubes cae lluvia de colores, como los guacamayos no podían volar se quedaron allí y les cayo toda esa lluvia colorida y los pintó, todos parecían un arcoíris , eran muy coloridos y esos colores le ayudaron a que pueda volar .
Por eso los guacamayos tienen esas plumas tan coloridas.

 EL ORIGEN DEL LADRIDO DE LOS PERROS
Por Joselyn Cárdenas
 Hace mucho tiempo en lima y en todo el mundo existían  unos perros que no ladraban.
De pronto ellos se escondían debajo de un puente porque en las noches aparecían unos hombres vestidos de negros que parecían unos tigres.
Finalmente cuando salieron los hombres de negro  hicieron un experimento que les dio unas sustancias como alimentos para ellos.  Ahora ellos desde ese día ladran y hacen bulla en la noche o cuando viene alguien desconocido.

El origen del perro peruano
Por Alvarez Toledo
Hace muchos años atrás cuando existía un pueblito lejano en la Sierra del Perú .Había un señor de mediana estatura, que no le gustaba hacer nada y encima le gustaba decir mentiras como el pastorcito mentiroso.
Todos los pobladores ya estaban cansados y hartos de el señor, ya que nunca les ayudaba en actividades de la comunidad. Los vecinos hicieron una reunión para ver que hacían con el indefinido señor. Un brujo alto y esbelto que se encontraba por allí les propuso convertirlo en un animal por un par de semanas, todos no estaban de acuerdo pero se llevo a cabo la idea. El brujo se preparo para la ocasión y se puso un traje negro y temeroso.
Finalmente  cuando sucedía la transformación para convertirlo en perro, algo salió mal y esta perdió todo su cabello, que cuando estaba convertido en perro salió todo pelado.
Así es como se creo el perro peruano que conocemos  actualmente.












sábado, 22 de junio de 2013

LA DESCRIPCIÓN

DESCRIBO LAS CARACTERÍSTICAS DE UN SER MITOLÓGICO QUE INVENTO

Dragón infernal 
Por: Josue Hermitaño  - 2° A 
El dragón infernal es un dragón que enviaron desde el infierno para destruir a la Tierra, tiene alas de murciélago, cola de serpiente, garras que pueden cortar cualquier cosa, cuernos bien filosos y lanzallamas de fuego. 

Vive en lo profundo del bosque esperando para matar a toda la raza humana él está esperando recuperarse para enfrentar a su enemigo mortal: el dragón acuático. Ese dragón es enviado desde el cielo para derrotar al dragón infernal, pero ellos dos tienen la misma fuerza y ninguno puede vencer al otro y ninguno puede morir porque los dos son inmortales.


CRISYALI
Por: Rivera Culqui -2° A
Crisyali es una mujer gata de cabellos largos y dorados, ojos grandes como los gatos, orejas de gato, tiene las uñas puntiagudas y largas, en su espalda lleva unas alas blancas de ángel, tiene piel de león, con pies de gato, con su cola larga. Se parece mucho a un gato.
Crisyali vive en los cielos y en el campo, come frutas y en especial las manzanas bien rojas. A este ser le entregan los cristales, cada ser tiene 2 cristales uno rojo y el otro morado, sus antepasados entregan los cristales a sus descendencias; así como una herencia.
De los cristales viene el nombre CRISYALI.


BYAKKOL UN ANIMAL IMAGINARIO
Por: Darwin Laura - 2° A
BYAKKOL su nombre es de un espíritu de la naturaleza es un animal de mi imaginación. Son seres voladores, suele medir 2 o 3 metros de largo, lleva uñas largas, alas coloridas, su cabeza es de un halcón, tiene un cuerpo de caballo, en la parte delantera lleva patas de ave y en la parte trasera lleva pata de caballo, cuenta con una inmensa cola de serpiente de color azul y borde amarillo, se parece a grifos.
Vive en lo alto de las montañas al momento que tiene hambre baja y caza a sus presas.  

Velogars
Por: Cindy Armas (2° A)
Velogars, un animal que tiene dos ojos, unos colmillos muy filudos, tiene 4 patas con garras muy largas y letales, es muy peludo, tiene orejas paradas y cortas, también una cola muy larga, el color de su pelaje es mostaza y es muy veloz.
Este animal habita en la selva y suele vivir en lugares oscuros como cavernas o cuevas.